noviembre 2009 | JESUS ES EL REY DE REYES

lunes, 16 de noviembre de 2009

La misión del discípulo

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Mateo 28.18-20
Y Jesús se acercó y les habló diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén.

La Gran Comisión: “Id y haced discipulos a todas las naciones”

El discípulo hace lo que su maestro…El versículo que con el que iniciamos presenta una encomienda que Jesús dejó a sus discípulos y que es llamada La Gran Comisión. El encargo es claro: ir y hacer discípulos en todas las naciones. A lo largo de este capítulo de la Biblia, Jesús afirma tener toda potestad tanto en el cielo como en la tierra. En él, la palabra potestad se traduce del griego isosia que significa autoridad. Así delega a sus discípulos la tarea de formar más discípulos en todas las naciones.

El mandato es claro: cuando expresa “id” lo hace en un modo imperativo absoluto. Se trata de un mandamiento y no de una opción. Formar discípulos es, a todas luces, una responsabilidad que todo discípulo verdadero de Jesucristo deberá cumplir. Notemos cómo -contra lo que suele pensarse- el Señor no nos encomienda “convertir” a las personas, tarea que sólo Él a través de su Espíritu Santo puede hacer, sino más bien formar a los creyentes.

¿Es fácil y rápido formar discípulos?

No, no es fácil. Formar discípulos es una labor a la que los ministros de Dios deben entregarse enteramente. A su vez, los nuevos discípulos formarán a otros. Es una secuencia, es una labor contínua. A Jesús, por ejemplo, le tomó tres años de enseñanza permanente, día y noche, formar a sus discípulos más cercanos. En contraparte hoy se cree que con ayuda de un libro se pueden hacer discípulos en apenas cuarenta días. Absurdo.

Jesús nos manda enseñar sistemáticamente.

Jesús nos manda ir y hacer discípulos a todas las naciones. La palabra naciones viene de la palabra griega etnos, donde se deriva la palabra etnia. Esto quiere decir que hay que enseñar a las personas de toda lengua y de toda raza sin distinción. Y Sus instrucciones continúan: hay que enseñarles a guardar todas las cosas que Él nos ha enseñado.

Enseñando sistemáticamente…La palabra enseñándoles, se tradujo del griego didasco que significa instruir y enseñar sistemáticamente. La enseñanza sistemática consiste en avanzar paso a paso, progresivamente: el alumno aprende por ejemplo el valor de las unidades primero, luego el de las decenas, las centenas y los millares; primero los sonidos con los que hablamos, luego las letras con las que los representamos, luego las sílabas, luego forma palabras, más adelante frases, párrafos y textos enteros. Es siempre un paso a la vez.

Los pastores llegamos a pasar por alto la enseñanza sistemática. Es muy común que se brinden todo tipo de enseñanzas, a veces sin ton ni son, sin antes haber explicado profundamente los fundamentos. Un domingo se enseña sobre la Santidad de Dios, al siguiente sobre la oración, al otro sobre la segunda venida de Cristo, etc., dejando más dudas que conocimientos sólidos.

No perdamos de vista que la Palabra de Dios es tan vasta que es imposible exponer profundamente un tema en una sola exposición. Es vital que retomemos la enseñanza sistemática, pues Jesús mandó a enseñar a las personas a guardar las cosas que Él ha mandado, lo que sólo se puede lograr paso a paso.

Ahora: ¿debe el pastor enseñar lo que se le ocurre? ¿Tal vez, para motivar a las personas, debe recurrir a la retórica de moda? ¿Ha de enseñar sus propios criterios? Evidente y rotundamente no. Es claro que Jesús nos mandó a enseñar la Palabra de Dios. Si enseñamos cualquier otra cosa no estamos formando verdaderos discípulos. Si nuestra enseñanza no es bíblica incluso se puede dudar que quienes la reciben hayan siquiera nacido de nuevo, pues sólo el conocimiento de Su Palabra produce la regeneración. E insisto, ésta debe enseñarse sistemáticamente, tal como a un niño se le instruye primero en cuanto al comer, luego en cuanto al caminar, al hablar, al leer, al escribir, en un orden natural y progresivo.

Una vez que hemos aprendido sistemáticamente, Jesús nos ordena que guardemos las cosas que Él nos ha mandado. La palabra guardar, en este versículo, se tradujo del griego tereo que tiene, entre otros significados, el de obedecer. La instrucción cobra más sentido: el Señor les dice a sus discípulos que vayan y hagan discipulos a todas las naciones, enseñendoles sistemáticamente a obedecer su palabra. Es lo que Pablo le dijo a Timoteo: predica a tiempo y fuera de tiempo, redarguye, reprende y exhorta con toda paciencia y doctrina, sobre todo porque vendrán tiempos cuando las personas no soportarán la sana doctrina sino que sólo querrán escuchar mensajes que les agraden el oído.

Pero también la parabra tereo significa “conservar” y tiene la connotación de permanecer en la práctica de una enseñanza. Retomemos a partir de esto la ordenanza de Jesús: Él dice ‘vayan y hagan discípulos, enséñenles sistemáticamente a permanecer, a conservarse firmes en la observancia de los mandamientos establecidos por Dios’. Los pastores y los ministros primero, pero también todos los discípulos de Dios, tenemos la obligación de enseñar sistemáticamente a permanecer y a poner en práctica todo el consejo de Dios, esto es, toda Su Palabra.

Jesús dice que si nosotros permanecemos en Él y sus palabras permanecen en nosotros, seremos verdaderamente hijos suyos. Esto significa que debemos cumplir todos sus mandamientos, cada punto y cada coma, sin quitar ni añadir nada a lo que Dios mismo estableció. No podemos tomar sólo una parte de sus ordenanzas, no es posible ser un verdadero discípulo si sólo hacemos lo que nos agrada, si le obedecemos a medias. Esto es algo que deberían comprender aquellos cristianos que afirman que el único mensaje que deberíamos predicar es el amor de Dios. No es así; esa es sólo una parte de la historia, pero no es todo.

El apóstol Pablo les dijo a los romanos que miraran bien la bondad y la severidad de Dios. Dios es Santo, cierto, pero también es el Dios de Juicio. Es bueno y misericordioso, sí, es lento para la ira y grande en misericordia, pero también es el Dios que reprende y azota a todo aquel que toma por hijo. ¿Ve usted la importancia de predicar todo el consejo de Dios? Es fundamental que todo cristiano sea bien discipulado, que conozca lo que ha de hacer en su paso por este mundo.

Predicar solamente la Palabra.

Sólo la Biblia…1 Timoteo 6:3-4
Si alguno enseña otra cosa, y no se conforma a las sanas palabras de nuestro Señor Jesucristo, y a la doctrina que es conforme a la piedad, está envanecido, nada sabe, y delira acerca de cuestiones y contiendas de palabras, de las cuales nacen envidias, pleitos, blasfemias, malas sospechas…

Hoy en día vemos con tristeza cómo muchos maestros de la Biblia hacen a un lado el mensaje de Dios para poner el suyo. Predican sus máximas, sus propios pensamientos, su opinión. No enseñan la sana doctrina, la que nos ha enseñado nuestro maestro, Jesucristo. Peor aún, es común ver en los púlpitos a predicadores que ni siquiera llevan la Biblia consigo. O, si la llevan, no la abren, sino que la usan como un mero adorno o como salvoconducto, como un elemento que les hace aparecer frente a la gente como muy espirituales.

1 Corintios 4:6
Pero esto, hermanos, lo he presentado como ejemplo en mí y en Apolos por amor de vosotros, para que en nosotros aprendáis a no pensar más de lo que está escrito, no sea que por causa de uno, os envanezcáis unos contra otros.

La palabra de Dios es lo único que necesitamos aprender para seguir los pasos de Jesucristo. Es esa la razón por la que Pablo nos advierte que no pensemos más de lo que esta escrito. Que nadie le engañe: los discípulos de Jesús no necesitamos ninguna doctrina ajena a la que esta escrita a lo largo de toda la Biblia.

¿La gran encomienda ha cambiado?

Notemos cómo la gran comisión consiste en ir y hacer discípulos a todas las naciones. Es claro que muchos que se dicen maestros se han olvidado de ello. ¿Por qué lo digo? Porque, por sus hechos, parece que muchos han escuchado una orden diferente, como si se les hubiera encomendado: ‘vayan y enséñenles a ser grandes empresarios, vayan y enséñenles a ser hombres exitosos, vayan y ofrézcanles milagros, vayan y obtengan de ellos todo el dinero que puedan ofreciéndoles que pacten con su ministerio, vayan y ofrézcanles todo tipo de productos de apariencia espiritual para que obtengan ustedes jugosas ganancias’.

¡No! Entendámoslo: Jesús no nos mandó a hacer ninguna de esas cosas. Tales acciones son propias de hombres vanagloriosos que se predican a sí mismos en lugar de presentar a Jesucristo, de hombres y mujeres que viven hablando de su propio currículum y de sus experiencias en el ambiente cristiano, de gente que se hace pasar como ungida de Dios. Los tales alimentan así su propia carne y, no es de extrañarse, alimentan también a los carnales, ávidos éstos de encumbrar ídolos.

Si Jesús nos dejó la gran comisión de hacer discípulos, ¿porque la iglesia no esta dedicada a ello? ¿Por qué no estamos haciendo nuestra tarea de enseñar la Palabra? ¿Por qué no estamos formando discípulos?

Tenemos que comenzar por ser autocríticos y analizar sinceramente si estamos en la fe, si estamos en la sana doctrina o si necesitamos enderezar nuestros caminos. Y aún muchos le concederán a tal o cual ministerio que enseña falsedades una cierta autoridad espiritual porque sus mega iglesias están repletas cada fin de semana. Seamos claros: congregar a muchas personas no significa que necesariamente se están formando discípulos. En muchos casos, hay que decirlo, ciertamente forman discípulos… pero del apóstol Armando Negocios de la Cruz.

Es lamentable obervar cómo muchos falsos profetas abren su boca para proferir verdaderas afrentas contra Jesús sin que nadie diga nada en contra de ellos. ¡Pero cuidado con que alguien diga alguna cosa sobre esos falsos maestros, porque saldrán muchos a defender a sus ídolos con un celo inconmensurable! Durante los últimos años el Señor nos ha guiado a denunciar a los apóstatas; tristemente, muchos creyentes engañados salen fieramente en su defensa, airados porque hemos tocado a sus becerros de oro, a los que idolatran. Hemos denunciado aquí a apóstoles, a cantantes, a falsos maestros, y vemos con tristeza cómo sus seguidores se nos echan encima como leonas despojadas de sus cachorros. ¡No entienden que nuestra denuncia tiene como objetivo ponerles a salvo de semejante peligro! Por el contrario, demuestran que están más dispuestos a protestar cuando se toca a sus ídolos que cuando se afrenta a Cristo y a su Evangelio, lo que deja claro que no se trata de verdaderos discípulos de Jesús.

¿Porque en el cristianismo de hoy se defiende a los falsos maestros y profetas?

Ídolos ricos…Simple y rotundo: porque muchos de estos falsos maestros se han dedicado con todas sus fuerzas a hacer discípulos suyos, a formar seguidores para su propia causa -que no la de Cristo-. Casi siempre la motivación principal de éstos es enriquecerse. Es así como llegan a dominar la conciencia de las personas. Ignoran con ello el ejemplo de los discípulos de Jesús, que no trabajaron para hacer seguidores de sí mismos. Yo creo que semejante idea ni siquiera les pasó por la cabeza a gente como Pedro o como Juan. Tampoco a Pablo, como queda claro a continuación:

1 Corintios 1:11-18
Porque he sido informado acerca de vosotros, hermanos míos, por los de Cloé, que hay entre vosotros contiendas. Quiero decir, que cada uno de vosotros dice: Yo soy de Pablo; y yo de Apolos; y yo de Cefas; y yo de Cristo. ¿Acaso está dividido Cristo? ¿Fue crucificado Pablo por vosotros? ¿O fuisteis bautizados en el nombre de Pablo? Doy gracias a Dios de que a ninguno de vosotros he bautizado, sino a Crispo y a Gayo, para que ninguno diga que fuisteis bautizados en mi nombre. También bauticé a la familia de Estéfanas; de los demás, no sé si he bautizado a algún otro. Pues no me envió Cristo a bautizar, sino a predicar el evangelio; no con sabiduría de palabras, para que no se haga vana la cruz de Cristo. Porque la palabra de la cruz es locura a los que se pierden; pero a los que se salvan, esto es, a nosotros, es poder de Dios.

Hermanos, es clarísimo: la Biblia nos enseña que no debemos seguir hombres ni ministerios. Nuestro deber es ser fieles seguidores y discípulos de Cristo. Y de nadie más.

Aún en nuestra propia iglesia, en Guadalajara, llegamos a ver cómo tristemente algunas personas tienden a idolatrar a músicos, ministros y pastores, conducta que rechazamos insistente y rotundamente. Sin embargo y pese a ello, nos encontramos de cuando en cuando a personas que predican de ’su iglesia’, poniendo en alto el nombre de su congregación en lugar de levantar el nombre de Cristo y alardeando sobre la calidad de los cantantes, los predicadores, las instalaciones, las actividades y cuantas cosas se les ocurren. Éstos no han entendido todavía que lo único que debemos predicar es el Evangelio de Jesucristo. Y me pregunto: si aún enseñando persistentemente la sana doctrina, siempre quedan personas en esa condición … ¿qué será de aquellos creyentes en cuyas iglesias se les enseña abiertamente a confiar en el hombre?

¿La Gran Comisión o la Gran Omisión?

El mandamiento de Jesús en Mateo 28:18 es tan importante que se le ha llamado con un nombre propio: La Gran Comisión. Creo personalmente que esta ordenanza del Señor se ha convertido en La Gran Omisión, pues es claro que la iglesia de nuestro tiempo no está formando discípulos.

Es relativamente fácil identificar si una persona es o no verdaderamente un discípulo de Jesús. De hecho en nuestra congregación cuestionamos constantemente incluso a nuestros mismos ministros para ver si verdaderamente son estudiosos y sabedores de la Palabra. Es común que les preguntemos sin previo aviso cosas como ‘¿Qué es la redención?’, o ’¿Qué significa nacer de nuevo?’ De repente, alguno titubea, pero ello les conduce a estudiar más, a profundizar en la Palabra. Lo más lamentable es observar cómo algunas personas no saben siquiera a qué van a la iglesia: muchos van porque les han contado que cae polvo de oro y otros fraudes por el estilo, pero no conocen a Dios.

Y lo peor: no sólo estamos presenciando La Gran Omisión… sino también La Gran Comi$ión. ¿Qué quiere decir esto? Simple: algunos fraudulentos están cobrando cuotas a los creyentes para discipularlos. Lo ví recientemente en una congregación donde leí un letrero que decía: ‘Padres de Familia: no olviden pagar los cinco dólares del material de la escuela dominical, pues si no lo hacen sus niños no podrán entrar a clases’. ¿Negar el discipulado? ¿Condicionarlo al pago de una cuota? Yo le pregunté a al pastor de esa iglesia: ¿para qué usas entonces los diezmos y las ofrendas? Esos recursos deben usarse precisamente para eso… y para muchas otras cosas que la iglesia debe cubrir sin necesidad de solicitar ofrendas especiales.

Juan 17:14
Yo les he dado tu palabra; y el mundo los aborreció, porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo.

Si Cristo viniera ahora mismo y nos llamara a rendirle cuentas… ¿cuántos podríamos decirle ‘yo les he dado Tu Palabra’? Esto es para pensarse seriamente y aún para tener temor. Imagínese que Dios le llame por su nombre y entable con usted este diálogo:

Jesús: “Fulano de tal, qué hiciste con mi palabra”.

Discípulo: Bueno Señor, yo traía cantantes bien ungidos a presentarse aquí, porque a la iglesia le gustaban los conciertos.

Jesús: “Ahh, ¿Y qué le enseñaste a la gente?”

Discípulo: Pues les enseñe cómo ser exitosos en la vida para que tuvieran grandes empresas. ¿No viste el gran auditorio que te construí?

Jesús: “¿Y mi Palabra? ¿Qué hiciste con mi Palabra?”

Discípulo: Señor, tu Palabra no les gustaba, decían que eso de la cruz no era para ellos y que todo se resume en que tú eres amor. Y pues yo les hable del amor. Les dije que todo lo que ellos hicieran estaba bien porque tú nos amas inmensamente y… pues de todas formas todos íbamos todos rumbo al cielo.

¿Se imaginan ustedes este diálogo con Jesús?

Evidentemente muchos han aprendido equivocadamente. Muchos cristianos en las iglesias de hoy insisten en que la predicación del Evangelio sólo debe mostrar el amor de Dios, el cual es real ciertamente, pero olvidan que el mismo amor de Dios es el que nos hace ver nuestra propia condición y que aún su paciencia debe conducirnos al arrepentimiento.

Hablemos su Palabra, sirvamos a Jesús, no temamos ofender con ello a la gente, prediquemos la salvación ligada, como corresponde, al arrepentimiento, presentemos el Evangelio, no importa que las personas se ofendan con ello, pues ciertamente este mensaje es locura para los que se pierden, pero cuánto bien hace cuando trae a muchos de la muerte eterna a la vida eterna.

Hacer discípulos para el fortalecimiento de la iglesia

Discípulos para el servicio…Sin producir discípulos de Jesús, una congregación no tiene futuro. Los discípulos, conforme aprenden, se van integrando al servicio de Dios. Los pastores debemos delegar responsabilidades en los discípulos que van madurando; no pretendamos hacerlo todo, pues si por alguna causa no podemos atender alguna responsabilidad por un tiempo, o aún si el Señor nos llama a su presencia, la iglesia no estará lista para seguir caminando y corre incluso el riesgo de desaparecer. No es posible que los pastores sigamos creyendo que somos indispensables para el Señor; recordemos que los discípulos sólo somos siervos, colaboradores.

1 Corintios 3:9-13
Porque nosotros somos colaboradores de Dios, y vosotros sois labranza de Dios, edificio de Dios. Conforme a la gracia de Dios que me ha sido dada, yo como perito arquitecto puse el fundamento, y otro edifica encima; pero cada uno mire cómo sobreedifica. Porque nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo. Y si sobre este fundamento alguno edificare oro, plata, piedras preciosas, madera, heno, hojarasca, la obra de cada uno se hará manifiesta; porque el día la declarará, pues por el fuego será revelada; y la obra de cada uno cuál sea, el fuego la probará.

Por tanto hermanos, hay que educar a las personas lo mejor posible para que lleguen a ser discípulos de calidad y, cuando sea su tiempo, éstos también hagan más discípulos.

2 Timoteo 2:1-3
Tú, pues, hijo mío, esfuérzate en la gracia que es en Cristo Jesús. 2 Lo que has oído de mí ante muchos testigos, esto encarga a hombres fieles que sean idóneos para enseñar también a otros. 3 Tú, pues, sufre penalidades como buen soldado de Jesucristo.

Con esto, hermanos, damos por terminada la serie Verdaderos Discípulos. Le animamos a llevar todas estas enseñanzas a la práctica para llegar realmente a ser discípulos de nuestro Señor Jesuscristo.

Padre en el nombre de Jesús te damos gracias por todas estas enseñanzas que nos regalaste. Sinceramente queremos ser discípulos de calidad y fieles a Ti. Señor, danos la gracia para seguir adelante. a nuestra meta, que es llegar a ser semejantes a Ti.

Mientras vuelves por tu iglesia, estamos en este mundo como luz y como sal de esta tierra. Te rogamos que envíes obreros a la mies, obreros verdaderos Señor, y no mercaderes. Para que tu Nombre sea levantado, para que seas glorificado. En el nombre de Jesús. Amen.

jueves, 5 de noviembre de 2009

Ministremos con poder


Job 1:1 Hubo en tierra de Uz un varón llamado Job; y era este hombre perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal.

Ministremos con eficaciaEs necesario que todo aquel que ministra en la alabanza siga este ejemplo. Hay que ser rectos, hay que temer a Dios. Hay que apartarse del mal. Es claro que cuando se trata de músicos sin temor de Dios y que no se apartan del mal, su trabajo es en vano. Estos, que no han nacido de nuevo, ni aún tienen cabida en el ministerio.

Mas ocurre, según lo he visto, que en nuestros grupos de alabanza hay adoradores que, habiéndose apartado del mal, se acostumbran a ver y a tener tanto de lo bueno de Dios que llegan a hacer de su servicio una rutina, una costumbre. Es entonces cuando dejan de buscar a Dios con pasión.

Un día, sin embargo, Dios puede tomar las vidas de estos y sacarlas del tedio. Y, a su manera, llevarlas a nuevas alturas con Él. El caso de Job ejemplifica esto: aún cuando era un varón temeroso de Dios, no alcanzó un mayor entendimiento sobre la magnificencia del Señor sino hasta que fue pasado por el fuego de la prueba. Y fue cuando expresó:

Job 42: 2-6 Yo conozco que todo lo puedes, y que no hay pensamiento que se esconda de ti. ¿Quién es el que oscurece el consejo sin entendimiento? Por tanto, yo hablaba lo que no entendía; cosas demasiado maravillosas para mí, que yo no comprendía. Oye, te ruego, y hablaré; te preguntaré, y tú me enseñarás. De oídas te había oído; mas ahora mis ojos te ven. Por tanto me aborrezco, y me arrepiento en polvo y ceniza.

La frase clave aquí es “yo conozco”, o es hasta ahora que conozco”. Se tradujo de una expresión hebrea que se refiere a observación, cuidado, reconocimiento, a volver al entendimiento sobre el sentido de la vida.

Muchos de los que ministran en la alabanza, tanto directores como músicos y cantores, se han olvidado de profundizar en su conocimiento de Dios. Y así, sin más hambre de Él, se aprestan a ministrar con un conocimiento limitado, basado en lo que otros les dijeron, o en lo que vieron y oyeron en otros ministerios. Algunos incluso han puesto sus ojos en otros ministros, los admiran y aún anhelan la santidad o los frutos que estos dan. Quieren alcanzar lo que otros han alcanzado, sí; pero no están dispuestos a pasar por el horno de la aflicción que afina el carácter, que nos hace sensibles a la voz del Dios al cual servimos.

Después de las pruebas, Job pudo decir “yo conozco”. Y aún pudo reconocer que, antes de aquel tiempo de dificultad, él “hablaba lo que no entendía”. De este ejemplo tenemos mucho por aprender. Tú, que ministras con la música al Señor, asegúrate de conocerle profundamente, de que tu conocimiento de Él sea mayor cada vez, que no esté basado en lo que te han contado o en lo que ves en otros. No sólo basta con que no ministres por salario, sino que debes evitar hacerlo por cualquier motivación que no sea rendirle homenaje al Único que es digno de alabar. Y sólo se puede alabar sinceramente a Aquel a quien uno realmente conoce.

Ciertamente es penoso que muchos músicos cristianos, hoy por hoy, ministran por precio o, todavía peor, se han entregado al pecado, practicando cosas que aún ni se nombran entre los gentiles, cosas indignas ya no digamos de un ministro sino aún de cualquiera que se dice cristiano. Difícilmente se podría decir de ellos que alguna vez hayan ministrado al Señor. Se duda aún que los tales siquiera sean salvos. Pero también son muchos los que, aún como cristianos verdaderos, llegan a descuidarse y a vivir su servicio sin pasión por el Señor. Y así, no glorifican a Dios, sino que utilizan el ministerio para alcanzar sus propios fines. Es entonces cuando su servicio se vuelve una pesada rutina que se vive con desgano, y llegan a ministrar a Dios sin deseo, sin preparación espiritual. Y aún se puede tratar de buenos músicos, pero bastante atrasados en lo que se refiere a conocer al Señor. Yo los he visto: incluso dicen desde el púlpito cosas imprecisas, si no es que absurdas, falsas o hasta heréticas y ni siquiera se dan cuenta. Porque no lo conocen.

En la siguiente porción de la Biblia encontramos dos cosas de capital importancia en cuanto a nuestro servicio a Dios en la alabanza.

Rom 1:21 Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido.

Estos a los que se refiere el apóstol Pablo, según se ve, no persistieron en ampliar su conocimiento de Dios y, en cambio, no le glorificaron como a Dios ni tampoco le agradecieron cosa alguna. Cuando realmente se glorifica al Señor como a Dios, por un lado, el adorador no se queda con nada de la gloria que sólo le pertenece a Él, y por otro, su servicio a Él queda centrado en la gracia de Dios, lo que da por resultado un corazón agradecido.

Músicos de Dios, hagan suya esta regla: nuestro trabajo es conocer, glorificar y agradecer al Señor. Si en nuestro ministerio dejamos de hacer estas cosas, llegará el momento en que actitudes como la amargura, la frustración o la envidia nos conducirán a ministrar sin eficacia alguna, esto es, sin poder o energía para conseguir resultados, en este caso llevar a las personas a la presencia de Dios en un cántico que realmente sea agradable para Él.

Job, como vemos, fue probado y salió vencedor. Nosotros por nuestra parte, aún cuando podamos manifestar mucho fervor religioso, es posible que no tengamos una vida espiritual muy profunda. Mas la prueba vendrá, y con ella la oportunidad de conocer más profundamente al Señor. ¿Obtendrás tú, como Job, esa victoria?

Pregúntate sinceramente: ¿conozco a Dios? ¿Lo conozco tanto como para estar frente a la congregación de sus santos, dirigiéndolos a Su presencia, ministrando? Respóndete sinceramente.

Es mi deseo que ministres a Dios no sólo porque sabes tocar o porque sabes cantar, sino porque le has conocido, porque has pasado tiempos maravillosos con Él en lo privado. Que tu alabanza en público sea resultado de tu comunión íntima con Él.

Sal 25:14 La comunión íntima de Jehová es con los que le temen, y a ellos hará conocer su pacto.

Esta comunión íntima se traduce como una comunicación privada, confidencial, en lo secreto, en la que se dan a conocer cosas importantes. En este caso lo que el Señor nos da a conocer es su propia persona, su naturaleza, sus promesas, su vida misma. Si tienes esta clase de comunión, entonces le glorificarás tal como Job lo hace cuando afirma “mas ahora mis ojos te ven”.

No te permitas ministrar desde la ignorancia. Prepárate en los dones pero, por encima de todo, no pierdas el enfoque de tu servicio. Se trata del Señor. Conócelo, aliméntate de Su Palabra. Sólo entonces serás eficaz en lo que hagas con Dios. Sólo entonces, con base en tu experiencia y en tu caminar con Él, tu vida tendrá un verdadero crecimiento espiritual. Y entonces, también, tendrás para Él una adoración eficaz y genuina. Una adoración poderosa.

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