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"Pero el ángel les dijo: No temáis; porque he aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo: que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es CRISTO el Señor. Esto os servirá de señal: Hallaréis al niño envuelto en pañales, acostado en un pesebre. Y repentinamente apareció con el ángel una multitud de las huestes celestiales, que alababan a Dios, y decían: ¡Gloria a Dios en las alturas, Y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!” - Lucas 2:10-14

¡Llegó la nochebuena! Las luminosas decoraciones y la melodía de la música propia de este tiempo, nos evocan recuerdos de infancia, en la que recibíamos regalos y compartíamos con familiares que raramente veíamos durante el año. ¡Y qué decir de los suculentos manjares y comidas tradicionales para tan esperada ocasión…mmm! Sí, todo eso era muy bueno, sin embargo, también es el tiempo en que muchas personas se sienten solas, y todo lo que representa la navidad los sumerge en un estado de tristeza, desánimo y depresión.
Ver tantos anuncios y promociones de las tiendas que muestran un mundo de felicidad, abundancia, prosperidad y “buenos deseos” que a ellos no les ha alcanzado ni conocen, se sienten más infelices que en cualquier otro tiempo del año.

También hay personas que se rehúsan, a pesar de ser cristianos, a celebrar las fiestas navideñas por causa del paganismo y las “parrandas”. Sin embargo, no debemos perder de vista que en ella se está celebrando la "natividad", el nacimiento de nuestro Señor Jesucristo. El mundo escogió diciembre como fecha señalada para celebrar el gran acontecimiento, que nació un hombre enviado por Dios para restablecer su relación con Él. Un hombre cuyo nacimiento cambió la historia de la humanidad, de manera que los tiempos se cuentan "antes de Cristo" y "después de Cristo". Que sea la fecha exacta, no lo es, pero que Él nació, vivió y posteriormente murió, eso es parte de nuestra confesión de fe, y ¡qué bueno que el mundo sepa y celebre que Jesús vino en carne!, que Él no es un mito, sino una gran realidad.

Ahora, ¿cómo se celebra la navidad? Ya eso es otro tema. El mundo ha reducido tal celebración en fiestas, regalos y resoluciones, que la gran mayoría no se cumplen porque se olvidan, con todos los problemas que se confrontan en enero, por los excesos cometidos en diciembre. El árbol de navidad y el famoso “Santa”, solo son símbolos paganos que se han arrastrado por tradición, y que han logrado sustituir el verdadero motivo de estas fiestas: Jesucristo!!!

Nota que es más cómodo tener un árbol repleto de regalos, y a una figura bonachona, que represente el espíritu navideño, a hablar de Jesús, de su vida sin pecado y su sacrificio vicario. Es mejor dar un regalo material, influenciados por el espíritu mercantilista que perdonar, dar amor incondicional, entrega desinteresada, amor sin fingimiento y llevar una vida conforme a la voluntad de Dios. Solo aquel en cuyo corazón nació Jesús está dispuesto a negarse a sí mismo para que viva Cristo en Él.

Los cristianos vivimos en el mundo, aunque no somos del mundo. Pero el Señor nos ha dejado aquí porque hay algo que tenemos que darles a aquellos que solo se han quedado en las formas y tradiciones, y es la verdadera razón de la navidad, "christmas" en inglés, cuya palabra ilustra mejor estos pensamientos. La iglesia es el lugar erigido por Dios para adorar el nombre de Aquel que es el Camino, la Verdad y la vida, pues "un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz" (Isaías 9:6). Nosotros hemos recibido la revelación del misterio de la encarnación, usemos pues esta ocasión que recrearnos familiarmente con el nacimiento de nuestro Salvador, y usemos su celebración para hablarles de Cristo a aquellos que no le conocen.

“… indiscutiblemente, grande es el misterio de la piedad: Dios fue manifestado en carne, Justificado en el Espíritu, Visto de los ángeles, Predicado a los gentiles, Creído en el mundo, Recibido arriba en gloria” (1 Timoteo 3:16) Llenémonos del gozo de Su nacimiento para anunciar, como los ángeles, Su encarnación que representa la misericordia divina, Su vida sin pecado que representa nuestra justicia, Su muerte en la cruz que es nuestra salvación y redención, su resurrección que es nuestra esperanza de gloria, y Su pronta venida que será nuestra glorificación y vida plena en Dios.